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  • Desde otra ptica la muerte para Baudrillard

    2018-11-13

    Desde otra óptica, la muerte para Baudrillard (1993) es, ante todo, un intercambio simbólico. Estos homicidios representan una forma de dar y recibir entre diferentes actores, así como la colocación actual del Estado o del Operativo Conjunto Chihuahua y, desde principios de 2010, la Operación Coordinada Chihuahua en la guerra contra el narcotráfico. Estos cadáveres son todo un sistema de representaciones, en ellos mismos y en la sociedad; son, en suma, el receptáculo y el espectáculo de la violencia (Mackinnon 1991) que se ejerce contra ellos y la exhibición que se hace de estos despojos THZ531 una sociedad sobrecogida, espantada e intimidada. Estos cuerpos ejecutados, lacerados, mutilados, decapitados, violentados sexualmente y torturados han sido conformados a través de las violencias que se les han infligido; pero, al mismo tiempo, han conformado a la sociedad que los mira con pena, dolor, tristeza, miedo, indiferencia, beneplácito o en silencio. Quienes decidieron poner fin a la vida de los otros, desarticulándolos por completo, saben que Sin embargo, hay otros cadáveres que no fueron dejados a la vista de la ciudadanía como parte del espectáculo. Son aquellos cuerpos que fueron desaparecidos o levantados para ser destruidos en lugares ocultos, y que comienzan a ser encontrados. En Ciudad Juárez, la memoria histórica nos remonta a la década de los 90 del siglo xx, con las primeras narcofosas. La intervención de la que fueron objeto en el proceso corporal de la vida a la muerte ha sido enmarcada en los sitios de destrucción de cuerpos, en las fosas clandestinas; son estos cadáveres a los cuales se les ha llamado “los ningún nombre del sexenio”, “los cientos de borrados del narco” (Michel 2012). Creo que, con el tiempo, aparecerá un mayor número de ellos en las fosas clandestinas: En este orden de ideas, los cuerpos dejan de ser posesiones individuales con identidades que les distinguieron y se transforman, una vez que son pedacería oculta, en posesiones colectivas con identidades cambiadas y distorsionadas por los otros que los convirtieron en los borrados, los anulados, los desintegrados. “Son estos grupos los que, de manera legal o extralegal, actúan bajo las coordenadas de un modelo de masculinidad apoyado en la fuerza y el ejercicio de la violencia; modelo que, en última instancia, es inherente a vascular cambium la constitución patriarcal del Estado y al funcionamiento de sus aparatos represivos” (Padilla 2011: 315). Los cuerpos/cadáveres, cuerpos biológicos, cuerpos culturales, fragmentos y restos de osamentas, y millares de desaparecidos (Propuesta Cívica 2012) forman parte de una sociedad inmersa en una crisis social y violenta que “[n]o hizo sino traer a la superficie, exhibir dramáticamente y catapultar a la esfera pública desarrollos subterráneos que estaban incubándose desde hacia mucho tiempo y cuya maduración demoró algunas décadas” (Bauman 2006: 113). Estos desarrollos subterráneos (la desigualdad social y económica de grandes segmentos de la población juarense) se agravan sobre todo desde 2008, entre la ausencia del Estado de derecho y la presencia de las fuerzas militares y federales que se han reflejado en múltiples violaciones a los derechos humanos de una ciudadanía fronteriza. Pero se intensifican, en particular, en lo que Víctor Quintana ha llamado el juvenicido generalizado de una juventud desolada con expectativas de desarrollo humano canceladas (Quintana 2010), en donde 30% de los 4 500 homicidios cometidos en Juárez entre 2007 y 2008 corresponde a menores de 19 años (Miroslava Breach, citada en Quintana 2010). A nivel nacional, entre 2007 y 2010, las “víctimas de homicidio más frecuentes fueron hombres entre 25 y 29 años, con tasas de 49.3, 155.3, 181.3 y 171.5. En segundo lugar se ubicaron los hombres entre 30 y 34, con tasas de 46.4, 122.1, 160.3 y 174.6” (México Evalúa 2012: 60). “En el caso de las mujeres [...] en 2007 el grupo más afectado fue el de las mujeres entre 70 y 74 años (11.9), en 2008 fue el grupo de mujeres entre 45 y 49 (15.0), en 2009 fue el de mujeres entre 20 y 24 (29.8), en 2010 fue el de mujeres entre 40 y 44 (15.3)” (México Evalúa 2012: THZ531 60). Tanto el feminicidio como el homicidio, si bien tienen en común la violencia terminal, requieren de explicaciones distintas.